Este cuento de Osho nos dice que en
el concepto de paraíso de los hindúes se cree que el edén es un lugar que está
poblado por seres y posibilidades extraordinarias. Entre ellas, la de contener
árboles de los deseos. Estos son seres dotados de poderes mágicos. Parecen
árboles comunes y corrientes, pero tienen la facultad de conceder cualquier deseoque los mortales le pidan tan pronto como lo expresen.
Se dice que una vez existió un
hombre muy prendado de lo material. Había evolucionado muy poco en el orden
espiritual y dedicó todas sus preocupacionesa lo inmediato. En cierta ocasión, el protagonista de este
cuento de Osho se quedó profundamente dormido. Su espíritu comenzó a vagar. No
era lógico que esto le ocurriera estando vivo, pero hubo un error en el orden natural
de las cosas. Por eso llegó al mundo del más allá.
De pronto el espíritudel hombre de nuestra historia se vio al frente de varios
caminos. No sabía cuál tomar y simplemente decidió seguir por el que estaba más
cerca. Una gran fortuna, ya que este camino conducía directamente al paraíso de
los hindúes. Sin
embargo, el hombre lo ignoraba.
LOS
DESEOS SE HACEN REALIDAD
Según
el cuento de Osho, el hombre quedó fascinado por todo lo que encontró en el
jardín encantado. Le parecía bellísimo, pero no tenía la más mínima idea de que
estaba en el edén. Por eso se comportaba como si
estuviera en un lugar corriente. Caminó un rato y luego se sintió cansado.
Entonces decidió dormir un poco. Sin sospecharlo, eligió a un árbol de los
deseos para acurrucarse allí. Luego, se quedó profundamente dormido.
Al
despertar solo podía pensar en que tenía mucha hambre. Entonces dijo: “Quisiera
tener algo delicioso para comer. Tengo mucho apetito”. De pronto, con gran
asombro, vio que ante sus ojos aparecían las más deliciosas viandas. Sin
preguntarse por qué había ocurrido esto, el hombre solo quiso saciar su
apetito.
Cuando
terminó con la comida, sintió sed. Entonces dijo: “Quisiera tener algo para
beber. Tengo mucha sed”. No había terminado de decirlo cuando aparecieron los
más deliciosos vinos, los mismos que inmediatamente probó hasta quedar
satisfecho.
UN FINAL
DESCONCERTANTE
Saciado
ya su apetito y su sed, cayó en la cuenta de que no era normal lo que le estaba
ocurriendo. El cuento de Osho nos dice que fue entonces cuando el
hombre comenzó a sospechar que algo muy extraño estaba ocurriendo. Empezó a sentir miedo
y dijo: “¿Estaré soñando o habrá fantasmas gastándome una broma?” Como
sus palabras eran órdenes, el árbol de los deseos convirtió en realidad lo que
había en la mente de aquel hombre. Entonces aparecieron un
montón de fantasmasque jugaban y bromeaban con él. Por supuesto, el hombre del
cuento de Osho se sintió aterrado. Entonces, sin pensar en lo que decía, señaló:
“¡Son horribles! ¡Seguro me van a matar!”. Como
imaginarás, los fantasmas lo mataron. Pese a lo ingenuo
del cuento de Osho, encierra una enseñanza muy cierta. Nos habla de esa magia
que tienen las palabras. De cómo de alguna manera atraemos a aquello que deseamos. Así, aunque
hagan falta otros ingredientes, el propio deseo ya es un viento favorable. A través de las
palabras le damos forma a nuestra conciencia y a nuestra voluntad. Por eso, y
aunque nos cueste creerlo, finalmente terminamos obteniendo todo aquello que
habita en nuestra mente.
¿Te
preguntaste alguna vez por qué decimos “amar con locura”?
En
este hermoso cuento, Mario Benedetti nos relata la historia de cuando los
sentimientos y cualidades de los seres humanos se reunieron para jugar al
escondite. Con su inmensa fantasía y claridad, en este cuento, el escritor
uruguayo nos invita a conocernos, a identificar nuestras emociones y nos cuenta
la historia de la relación entre amor y la locura.
“Cuentan
que una vez se reunieron en algún lugar de la Tierra todos los sentimientos y
cualidades de los seres humanos.
Cuando
el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan
loca, les propuso: – ¡Vamos a jugar al escondite! –.
La
Intriga levantó la ceja y la Curiosidad, sin poder contenerse, le preguntó: –
¿Al escondite? Y, ¿cómo es eso?–.
–
Es un juego– explicó la Locura– en el que yo me tapo la cara y comienzo a
contar desde uno hasta un millón, y, cuando yo haya terminado de contar, el
primero de ustedes al que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el
juego– .
El
Entusiasmo bailó secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que
terminó convenciendo a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le
interesaba hacer nada. Pero no todos querían participar. La Verdad prefirió no
esconderse: ¿para qué? si al final siempre la hallaban. Y la Soberbia opinó que
era un juego muy tonto (en realidad lo que le molestaba era que la idea no
hubiese sido suya). La Cobardía prefirió no arriesgarse.
–
Uno, dos tres…–, comenzó a contar la Locura.
La
primera en esconderse fue la Pereza. Como siempre tan perezosa se dejó caer
tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo, y la Envidia se
escondió tras la sombra del Triunfo que, con su propio esfuerzo, había logrado
subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad casi no alcanzó a esconderse,
cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Que si
un lago cristalino para la Belleza, que si una hendida en un árbol, perfecto
para la Timidez, que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la
Voluptuosidad, que si una ráfaga de viento, magnífico para la Libertad…y así
terminó por acurrucarse en un rayito de sol.
El
Egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado,
cómodo, pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos
(mentira, se escondió detrás del arco iris).
La
Pasión y el Deseo, en el centro de los volcanes. El Olvido, se me olvidó
dónde se escondió, pero eso no es lo más importante.
La
Locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve y
el Amor no había aún encontrado sitio para esconderse. Un millón contó la
Locura y comenzó a buscar.
La
primera a la que encontró fue la Pereza, a sólo tres pasos detrás de unas
piedras. Después se escuchó la Fe discutiendo con Dios sobre Teología y a la
Pasión y el Deseo los sintió vibrar en los volcanes. En un descuido encontró a
la Envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo
ni que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite, que había resultado
ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed, y al
acercarse al lago descubrió a la Belleza. Y con la Duda resultó más fácil todavía, pues
la encontró sentada en una cerca sin decidir aún dónde esconderse.
Así
fue encontrando a todos. Al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en
una oscura cueva, a la Mentira detrás del arco iris (mentira, en el fondo del
mar). Encontró hasta el Olvido, que ya se había olvidado que estaba jugando a
las escondidas.
Sólo el Amor no aparecía por ningún
sitio. La
Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, y en la cima
de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y pensó:
–El Amor, siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas.– Y
tomando una horquilla comenzó a mover las ramas, cuando de pronto se escuchó un
doloroso grito: las espinas habían herido los ojos del Amor, y la Locura no
sabía qué hacer para disculparse. Lloró, rogó, pidió perdón y hasta prometió
ser su lazarillo.
Desde
entonces, desde que por primera vez se jugó en la Tierra al escondite, el Amor
es ciego y la Locura siempre lo acompaña.“
Me até los zapatos usando cordones compuestos
con mis bigotes.
Como mi rostro empezó a sentir frío me dejé
crecer el cordón de la vereda, en el área comprendida entre la nariz y el labio
superior.
Esta circunstancia dio inicio a un ciclo de
transformaciones edilicias que me incumbían en lo profundo, dado que se
realizaban sobre mi persona.
Al borde del bigote una cuadrilla de operarios
me instaló una columna; desde entonces una luz de mercurio me ilumina por las
noches. Si el día es de esos espantosamente nublados, cuando la claridad merma,
el dispositivo se enciende también; no me queda claro si el encendido responde
a la programación o es un mero accidente.
Un gato viene siempre y se echa a dormir sobre
mi bigote aprovechando el sol de la mañana, hasta que cualquier urgencia o
algún asunto lo obligan a retirarse.
Si me duermo y me babeo se hacen charcos debajo
de mis cordones. A veces pasan los barrenderos municipales y empujan mis babas
a la alcantarilla y a veces no.
Los primeros tiempos supieron juntarse pibes en
mis mejillas y jugaban a la pelota o al poli-ladron.
Después no vinieron más. Ahora sólo viene un
coso con aerosoles y me pinta grafitis en el frontispicio.
A mis sienes las llamo esquinas u ochavas y
estoy sospechando que mis orejas puedan llegar a transformarse en fuentes, cada
una con su correspondiente chorro de agua cristalina. Porque desde que me dejé
crecer los cordones de la vereda como mostacho me fui metamorfoseando en calle.
Pero no una acera cualquiera, sino una con aroma
a magnolia y glicina y jazmín del cabo, donde los higos asoman por sobre las
ligustrinas y las parejas de novios se afanan en los portales.
Una donde hacer un pozo junto al bigote y
rellenarlo de arena silícea y un poco de arcilla y cal. Luego plantar un
naranjo que florezca en septiembre y cada primavera yo muera y resucite entre
perfumes de azahar. Cuando sople el pampero mi árbol se doblará hasta rozar el
piso y con sus ramas escribirá garabatos que serán como trazos lingüísticos,
mensajes cifrados destinados al mundo arbóreo.
Bien ya está hecho. Junto al tronco apoyé una
botella de plástico llena de agua. No sea que me caguen los perros.
JASMIN
Cada tanto se me afloja alguna baldosa y efectúo
los reclamos pertinentes al Gobierno de turno, instándolos a que se ocupen del
tema. Incluso suelen hacerse baches en el asfalto, pero de estos no presento
quejas porque los automovilistas, conociendo el estado de la vía, evitan
transitarme. Es un detalle sumamente alentador: para los que nos volvimos
calle, cualquier vehículo tanto sea a motor o tracción a sangre, es tan molesto
como un mosquito.
En fin, la cuestión es que todos los días compro
el matutino y salgo con un banquito a sentarme sobre mí mismo. Leo
compulsivamente los horóscopos (occidental, chino, qué más da, si hubiera
horóscopo para ratas lo leería igual) para ver si entre sus galimatías puedo
tomar como una señal cierto disparate.
GLICÍNIA
Cuando me aburro sigo el vuelo de los pájaros y
le doy una interpretación distinta de acuerdo a sus destinos. Tuve que dividir
el cielo en nano porciones, fue un proceso de signos ampliados a medida que se
fueron incrementando las probabilidades. En general a todo pájaro o bandada que
se dirige a los radios ubicados entren los extremos sur y oeste, inclusive, les
asigno atributos esperanzadores.
No suele ser así con los trazos direccionados
hacia las antípodas.
Si no se divisan aves, pierdo más que gano,
jugando al cara y seca de la moneda en un revoleo constante que quiero
convertir, igualmente, en vaticinio. En algunas oportunidades doy de comer a
los gorriones que comen en mis manos de camino. No forman hileras aguardando
sus raciones sino que se aproximan en un desborde caótico. Debe ser algo
psicológico de ellos, porque desde que unos muchachos con el rostro cubierto me
hicieron un piquete a la altura del cinturón, yo, calle, me he extendido hasta
la punta de los dedos de ambos pies, cuestión que los plumíferos tienen
suficiente espacio para ser más ordenados.
MAGNÓLIA
Si los resultados de todas estas estratagemas se
dan de narices contras las paredes del acuario como un barbo ciego y si no
transitan mis aceras los profetas, los clarividentes, los absurdos nigromantes,
me doblo como una hoja de papel una serpentina un pionono un aro/una
serpiente/el alfa y el omega y me voy disminuyendo, no tan pequeño como un
punto, y me circulo de tal manera que mis oídos aterrizan en el embaldosado de
mi pecho.
Y allí espero y escucho, atiendo y persevero,
porque intuyo que ha de llegar el instante en que, entre los ruidos del trajín
del mundo, la vanidad de los oficios humanos, yo percibiré, débilmente al
principio, con rotunda nitidez al acercarte, el fino taconeo de tus pasos. De
inmediato retornaré a lo que en mi aún permanezca de humano, me volveré carne
nuevamente para festejarnos y me sentaré a la sombra del naranjo y sabré que,
doblando el recodo de mis sienes, sin lugar a dudas, estarás volviendo.
Había
una vez un hombre que vivía en Buenos Aires,
y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se
enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría
curarse. Él no quería ir, porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer;
y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico,
le dijo un día:
–
«Usted es amigo mío, y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se
vaya a vivir al monte, a hacer mucho ejercicio al aire libre para curarse. Y
como usted tiene mucha puntería con la escopeta, cace bichos del monte para
traerme los cueros, y yo le daré plata adelantada para que sus hermanitos
puedan comer bien.»
El
hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que Misiones
todavía. Hacía allá mucho calor, y eso le hacía bien.
Vivía solo en el
bosque, y él mismo
se cocinaba. Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y
después comía frutos. Dormía bajo los árboles, y cuando hacía mal tiempo
construía en cinco minutos una ramada con hojas de palmera, y allí pasaba
sentado y fumando, muy contento en medio del bosque que bramaba con el viento y
la lluvia.
Había hecho un atado con los cueros de los
animales, y lo llevaba al hombro. Había también agarrado vivas muchas víboras
venenosas, y las llevaba dentro de un gran mate, porque allá hay mates tan
grandes como una lata de kerosene.
El
hombre tenía otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente
un día que tenía mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio a
la orilla de una gran laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga, y la
ponía parada de canto para meter dentro una pata y sacar la carne con las uñas.
Al ver al hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se lanzó de un salto
sobre él. Pero el cazador, que tenía una gran puntería, le apuntó entre los dos
ojos, y le rompió la cabeza.
Después
le sacó el cuero, tan grande que él solo podría servir de alfombra para un
cuarto.
–
«Ahora» —se dijo el hombre—, «voy a comer tortuga, que es una carne muy rica.»
Pero cuando se acercó a la tortuga, vio que
estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza
colgaba casi de dos o tres hilos de carne.
A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo
lástima de la pobre tortuga, y la llevó arrastrando con una soga hasta su
ramada y le vendó la cabeza con tiras de género que sacó de su camisa, porque
no tenía más que una sola camisa, y no tenía trapos. La había llevado arrastrando
porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla, y pesaba como un
hombre.
La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí
pasó días y días sin moverse.
El hombre la curaba todos los días, y después le
daba golpecitos con la mano sobre el lomo.
La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el
hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre, y le dolía todo el cuerpo.
Después no pudo levantarse más. La fiebre
aumentaba siempre, y la garganta le quemaba de tanta sed. El hombre comprendió
entonces que estaba gravemente enfermo, y habló en voz alta, aunque estaba
solo, porque tenía mucha fiebre.
–
«Voy a morir» —dijo el hombre—. «Estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no
tengo quien me dé agua, siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed.»
Y al poco rato la fiebre subió más aún, y perdió
el conocimiento.
Pero la tortuga lo había oído, y entendió lo que
el cazador decía. Y ella pensó entonces:
–
«El hombre no me comió la otra vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo le
voy a curar a él ahora.»
Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de
tortuga chiquita, y después de limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de
agua y le dio de beber al hombre, que estaba tendido sobre su manta y se moría
de sed. Se puso a buscar enseguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó
al hombre para que comiera. El hombre comía sin darse cuenta de quién le daba
la comida, porque tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie.
Todas
las mañanas, la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas
para darle al hombre, y sentía no poder subirse a los
árboles para llevarle frutas.
El
cazador comió así días y días sin saber quién le daba la comida, y un día
recobró el conocimiento. Miró a todos lados, y vio que estaba solo, pues allí
no había más que él y la tortuga, que era un animal. Y dijo otra vez en voz
alta:
–
«Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí,
porque solamente en Buenos Aires hay remedios para curarme. Pero nunca podré
ir, y voy a morir aquí.»
Pero
también esta vez la tortuga lo había oído, y se dijo:
–
«Si queda aquí en el monte se va a morir, porque no hay remedios, y tengo que
llevarlo a Buenos Aires.»
Dicho
esto, cortó enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó con mucho
cuidado al hombre encima de su lomo, y lo sujetó bien con las enredaderas para
que no se cayese. Hizo muchas pruebas para acomodar bien la escopeta, los
cueros y el mate con víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin molestar al
cazador, y emprendió entonces el viaje.
La
tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de noche. Atravesó
montes, campos, cruzó a nado ríos de una legua de ancho, y atravesó pantanos en
que quedaba casi enterrada, siempre con el hombre moribundo encima. Después de
ocho o diez horas de caminar, se detenía, deshacía los nudos, y acostaba al
hombre con mucho cuidado, en un lugar donde hubiera pasto bien seco.
Iba
entonces a buscar agua y raíces tiernas, y le daba al hombre enfermo. Ella
comía también, aunque estaba tan cansada que prefería dormir.
A
veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el cazador tenía tanta
fiebre que deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!, ¡agua!, a cada rato. Y
cada vez la tortuga tenía que darle de beber.
Así
anduvo días y días, semana tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos
Aires, pero también cada día la tortuga se iba debilitando, cada día tenía
menos fuerza, aunque ella no se quejaba. A veces se quedaba tendida,
completamente sin fuerzas, y el hombre recobraba a medias el conocimiento. Y
decía, en voz alta:
–
«Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría
curar. Pero voy a morir aquí, solo, en el monte.»
Él creía que estaba siempre en la ramada, porque
no se daba cuenta de nada. La tortuga se levantaba entonces, y emprendía de
nuevo el camino.
Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre
tortuga no pudo más. Había llegado al límite de sus fuerzas, y no podía más. No
había comido desde hacía una semana para llegar más pronto. No tenía más fuerza
para nada.
Cuando cayó del todo la noche, vio una luz
lejana en el horizonte, un resplandor que iluminaba el cielo, y no supo qué
era. Se sentía cada vez más débil, y cerró entonces los ojos para morir junto
con el cazador, pensando con tristeza que no había podido salvar al hombre que
había sido bueno con ella.
Y sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía
en el cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al
fin de su heroico viaje.
Pero un ratón de la ciudad —posiblemente el
ratoncito Pérez — encontró a los dos viajeros moribundos.
– «¡Qué tortuga!»
—dijo el ratón—. «Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en
el lomo, qué es? ¿Es leña?»
–
«No» —le respondió con tristeza la tortuga—. «Es un hombre.»
–
«¿Y adónde vas con ese hombre?» —añadió el curioso ratón.
–
«Voy… voy… Quería ir a Buenos Aires» —respondió la pobre tortuga en una
voz tan baja que apenas se oía—. «Pero vamos a morir aquí, porque nunca llegaré…»
–
«¡Ah, zonza, zonza!» —dijo riendo el ratoncito—. «¡Nunca vi una tortuga más
zonza! ¡Si ya has llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allá, es Buenos
Aires.»
Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza
inmensa, porque aún tenía tiempo de salvar al cazador, y emprendió la marcha.
Y cuando era de madrugada todavía, el director
del Jardín Zoológico vio llegar a una tortuga embarrada y
sumamente flaca, que traía acostado en su lomo y atado con enredaderas, para
que no se cayera, a un hombre que se estaba muriendo. El director reconoció a
su amigo, y él mismo fue corriendo a buscar remedios, con los que el cazador se
curó enseguida.
Cuando el cazador supo cómo lo había salvado la
tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas leguas para que tomara
remedios, no quiso separarse más de ella. Y como él no podía tenerla en su
casa, que era muy chica, el director del Zoológico se
comprometió a tenerla en el Jardín, y a cuidarla como si fuera su propia hija.
Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el
cariño que le tienen, pasea por todo el jardín, y es la misma gran tortuga que
vemos todos los días comiendo el pastito alrededor de las jaulas de los monos.
Fin.
La tortuga gigante es uno de los cuentos de la colección cuentos clásicos infantiles de Horacio Quiroga..
Personaje cómico surgido en la commedia
dell’arte italiana. Después de la extinción de esta forma de teatro, Arlecchino
(en español, Arlequín) y su amada Colombina sobrevivieron en el arlequinado, un
espectáculo que se presentaba como colofón de la pantomima hacia fines del
siglo XVIII
Se
cree que Arlequín, que se ataviaba con un traje multicolor hecho de retazos en
forma de rombo y llevaba el rostro cubierto por un antifaz, se originó en un
mítico personaje medieval francés, Herlequin o Hellequin, jefe de un grupo de
jinetes que cabalgaba en el cielo por las noches.
Algunos
autores sugieren que Herlequin puede haber sido tomado de King Herle, un
personaje legendario que ha sido identificado con el dios anglosajón Woden, equivalente
al escandinavo Odín.
Otra pieza de este difícil
rompecabezas parece ser el erlking, descrito por Goethe en un poema.
Siguiendo las huellas de este personaje, llegamos a Dinamarca, donde floreció
en cierta época la creencia en el ellerkonge o elverkonge,
literalmente, rey de los elfos.
El diccionario de la Academia
presenta hoy los siguientes significados de arlequín:
1. m. Persona disfrazada de Arlequín, personaje masculino de la comedia del
arte, que viste traje de rombos y lleva máscara. 2. m. Gracioso o bufón
de algunas compañías de volatines. 3. m. coloq. Sorbete de dos o más
sustancias y colores. 4. m. Teatro. Bastidor vertical a uno y otro lado
del escenario. 5. m. desus. Persona
informal y ridícula. 6. m. desus. Tejido de hilo o lana y de colores
variados.
CURIOSIDADES,
HÁBITAT Y ALGUNoS ESPECImES de camaleones
PESQUISA DE A. A. S.
El camaleón es un animal muy curioso y
fantástico.
Por muy extraños que puedan
parecer algunos animales, ejercen tal fascinación en la mente humana que
incluso es difícil de creer. Camaleón es uno de ellos. Sus ojos saltones, su
forma cóncava, su enorme lengua y otras características lo convertirían en un gran
candidato al circo de los horrores del mundo animal, a la intervención plástica
si hubiera algún animal cirujano para ello.
Mientras tanto, el camaleón está
arraigado en la imaginación popular. Su capacidad de adaptación al entorno es
objeto de discusiones filosóficas. Es el objeto de la autoexplicación ante los
contratiempos de la vida. Los políticos lo utilizan para recrear su propia
imagen ante su electorado.
Es por eso que aparece en este
sitio. Un ser agradablemente feo, dirían algunos. Y, tal vez por esa misma
razón, hermosa – he aquí otra razón para discutir.
Puede dejar sus comentarios a
continuación o preguntas o consejos. También puedes enviarnos un mensaje si
sabes algo más sobre camaleones. Presentaremos aquí muchos datos legales sobre
él. Sirven para alimentar aún más la fascinación que él inculca en nuestras
mentes:
Sin embargo, primero hay que
saber cómo nació el camaleón «sobre la faz de la tierra».
Poco
después de haber creado todos los animales, Dios encontró interesante dar forma
a la tierra. Para ello, imaginó que un colorido arco en el horizonte haría el
planeta aún más bello. Así, creó pinturas poderosas y mágicas para dibujar lo
que él llamó un arco iris.
Al
mismo tiempo, dos lagartos grises y excelentes velocistas estaban apostando por
la tierra. Todos los lagartos eran grises en ese momento; estaban animando a
sus candidatos en la carrera. Una hermosa oruga, en la línea de meta, esperaba
a la ganadora, que ganaría una noche de amor con ella.
La mayoría de las especies de camaleones viven en Madagascar.
Poco
después de haber creado todos los animales, Dios encontró interesante dar forma
a la tierra. Para ello, imaginó que un colorido arco en el horizonte haría el
planeta aún más bello. Así, creó pinturas poderosas y mágicas para dibujar lo
que él llamó un arco iris.
Al
mismo tiempo, dos lagartos grises y excelentes velocistas estaban apostando por
la tierra. Todos los lagartos eran grises en ese momento; estaban animando a
sus candidatos en la carrera. Una hermosa oruga, en la línea de meta, esperaba
a la ganadora, que ganaría una noche de amor con ella.
En
el cielo, Dios continuó la obra de pintar el arco iris. En un momento dado, las
pinturas comenzaron a fluir y cayeron sobre el lagarto que estaba ganando la
carrera en ese momento. Debido a las pinturas pegajosas que cubrían todo su
cuerpo, fue alcanzado y perdió la carrera.
Dios
se disculpó, pero la ira de la lagartija fue grande. Empezó a maldecir, a
blasfemar y a gritar. Nunca había perdido una carrera. La culpa fue del
Creador. Dios se disculpó de nuevo, pero nada apaciguó la ira de la lagartija.
Entonces Dios también estaba enojado.
No hay camaleón en Brasil.
Hizo
que las pinturas se pegaran al cuerpo del lagarto y nunca se fueran. Además, lo
condenó a ser muy lento. La única parte del cuerpo del lagarto que se deshizo
de la maldición fue la lengua, porque seguía diciendo palabras duras contra
Dios. Y sus ojos se hicieron independientes para ver de dónde venía la
maldición de Dios.
Así
es como nació el camaleón. Tiene todos los colores del arco iris en el cuerpo y
la lengua es tan rápida y grande que es capaz de atrapar insectos a enormes
distancias.
El camaleón tiene la apariencia de un lagarto.
El
camaleón tiene ascendencia basada en lagartijas. El más antiguo es el conocido
brevicéfalo de la rama de Anqingosaurus, extinto desde el Paleoceno medio
temprano – hace 65 millones de años. Inicialmente, la especie fue tratada como
camaleón. Sin embargo, esta idea no es un consenso entre los académicos.
Se
observó más evidencia fósil de camaleón en el mioceno inferior (13 a 23
millones de años). Las ramas genealógicas indican fuertes vínculos entre el
camaleón y este tipo de lagartija. Pero como los estudios fósiles son ciencia
hecha buscando la contradicción, hoy se imagina que este reptil tiene lazos con
iguánidos de más de 100 millones de años de antigüedad.
¿DÓNDE VIVEN LOS CAMALEONES?
La
mitad de la población mundial de camaleones se encuentra en Madagascar, en el
suroeste de África. Sin embargo, nada más demuestra que se originaron allí.
Viven especialmente en los bosques tropicales de África en general.
Su
vida normal es de 5 años, con variaciones en relación a la especie.
El camaleón se alimenta de insectos más pequeños.
¿QUÉ HAY DE BRASIL? ¿HAY CAMALEÓN?
No
exactamente. Hay muchos tipos de lagartijas que se conocen popularmente como
camaleones en nuestras tierras, pero nada que esté científicamente probado. Las
principales características de los camaleones no se encuentran en sus
«parientes» brasileños.
Por
otro lado, la confusión ocurre porque algunos lagartos brasileños tienen la
capacidad de cambiar el tono de sus colores, pero no exactamente cambiar el
color por completo.
Hay varias especies diferentes de camaleones.
Como
he visto, pareces una lagartija. Sin embargo, tiene muchas características
propias. Empezando por el más conocido, por supuesto, los colores y el tamaño
de la lengua – ambos se describen a continuación en un capítulo separado.
APARIENCIA
Los
camelones son dimórficos en relación al género. Esto significa que los hombres
y las mujeres presentan claras diferencias. En este caso, la naturaleza adornó
mucho más a los camaleones masculinos.
A
pesar de ser más comunes en los árboles, también se mueven en la tierra en el
desierto. Cuando no están emocionados, los que prefieren los árboles son
generalmente verdes; los que están en tierra son marrones.
TAMAÑO
Si
hay un animal de diferentes tamaños, ese es nuestro camaleón. Hay especies que
no superan los 1,5 cm (Brookesia micra, que vive en la pequeña isla de Nosy
Hara, también en Madagascar) mientras que otras alcanzan los 70 cm (como el
camaleón gigante malgache, del mismo lugar).
Dependiendo
de la especie, puede alcanzar un peso de 2 kg.
PATAS
Son
excelentes escaladores. Se suben a los árboles como pocos animales. Esto se
debe a sus patas, perfectamente construidas para ello. Contiene grupos de 5
dedos, divididos en subgrupos de 2 y 3; lo interesante de las piernas es que la
posición de los 2 dedos delanteros está invertida en la espalda. Esto permite
una adherencia firme en todo el cuerpo.
CRESTA
Algunas
especies de camaleones tienen «espinas» a lo largo de la espalda, llamadas
crestas. Según estudios recientes, ayudan tanto al equilibrio como al
movimiento.
OJOS
Están
provistos de globos oculares especiales. Capaces de moverse de forma
independiente, cada una de ellas gira en ángulos de varios grados con respecto
a la cabeza. Sin embargo, uno puede estar fregando el suelo mientras el otro
observa la parte superior al mismo tiempo.
Esta
habilidad permite al animal ver todo lo que le rodea sin cambiar su posición.
En un momento de defensa personal, esto es importante. En un momento de caza,
aún más.
La
visión es altamente eficiente. Puede identificar un insecto al menor movimiento
desde él hasta 8 metros de distancia.
ESCUCHAR
No
tienen orejas, como las serpientes. Sin embargo, son capaces de captar
frecuencias de sonido bajas.
COMPORTAMIENTO Y REPRODUCCIÓN DE
CAMALEÓN
EL CAMALEÓN ES ANTISOCIAL.
Los camaleones son insociables, es decir, prefieren vivir aislados
incluso de elementos de su grupo y especie. Buscan contacto sólo en la época de
apareamiento, después de lo cual regresan a su vida solitaria. Son
relativamente agresivos cuando se sienten amenazados.
TIENEN HÁBITOS DIURNOS.
En
cuanto al sistema reproductivo, la mayoría de ellos son ovíparos, es decir,
nacen de los óvulos; sin embargo, hay especies ovovivíparas, que se desarrollan
dentro de un óvulo que, a su vez, permanecen dentro del cuerpo de la hembra.
En
el primer tipo, la hembra expone los óvulos hasta 6 semanas después de la
fertilización. Dependiendo de la especie, los huevos pueden eclosionar en hasta
4 meses o hasta un año. En algunos casos, los huevos permanecen intactos hasta
dos años.
En
el segundo caso – ovovivíparo – el período gestacional llega a los 07 meses.
Una membrana rodea a los cachorros; la hembra presiona los huevos contra algún
obstáculo y estos se adhieren. Tan pronto como nacen, se van a cazar.
¿CÓMO SE ALIMENTA EL CAMALEÓN?
Comen
insectos, lo que significa que son insectívoros. Al menos la mayoría de las
veces. Hay varias especies que se alimentan de vegetales, aunque no
necesariamente sólo eso.
La
segunda característica más llamativa de este reptil es precisamente el sistema
de alimentación. Su lengua actúa como un receptor de alimentos.
Puede
extenderse hasta 2 veces el tamaño del propio cuerpo – entonces alcanza casi un
metro de longitud. Su extremo está provisto de una superficie con microglandas
pegajosas. Una vez tangente a la presa, no escapa.
Además,
la rapidez del movimiento lingual hacia la presa es espectacular. Estamos
hablando entre 0,06 y 0,08 segundos, es decir, la suela camaleónica es más
rápida que el parpadeo de un ojo.
TIPOS DE CAMALEONES
Existen
al menos 150 especies de camaleones catalogadas en los registros oficiales de
estudios biológicos. Varios de ellos están en la lista de extinción.
LOS COLORES
DE LOS CAMALEONES, FINALMENTE, DESVELADOS
Hasta
hace poco, los estudiosos creían que el cambio de color de los camaleones se
debía a ciertos tipos de células llenas de pigmentos de color, las mismas que
se encuentran en las plantas y otros animales.
CÓMO CAMBIAN DE COLOR
Tales
células tendrían una concentración de pigmento mucho más alta que cualquier
otro animal. Dependiendo de la situación, el cerebro del reptil indicaría los
colores necesarios (camuflaje, cópula, peligro, etc.) y enviaría una orden para
que las células aumenten o disminuyan de tamaño, lo que liberaría pigmentos
que, al mezclarse, generarían la aparición de un determinado color.
Sin
embargo, los nuevos descubrimientos se opusieron a este procedimiento.
LO QUE AHORA
SE SABE SOBRE LOS COLORES CAMALEÓNICOS
Varios
investigadores suizos han descubierto en la subpiel de los reptiles una fina
capa de nanocristales maleables que alteran la forma. Tienen la capacidad de
flotar en la capa bajo el mando del cerebro.
Según
este comando, los nanocristales se acercan o se alejan, lo que hace que la luz
ambiental se refleje en ondas finas o no. Si están en calma, permanecen en una
posición que permite una mayor reflexión de la luz para producir más colores
azules y verdes; si se agitan, la malla se expande y refleja más los colores
amarillo y rojo.
Mezclado
con tales colores, produce una amalgama de todos los colores posibles. ¿Divino?
¿Misterioso? ¿Milagroso? Fantástico
Todo
eso junto.
¿POR QUÉ, DESPUÉS DE TODO, CAMBIAN
DE COLOR?
Hay
varios eventos que hacen que el camaleón cambie su color original. En el
pasado, se imaginaba que la razón era una simple imitación para la defensa,
pero hay otras necesidades.
Calentamiento
– Adopte colores más oscuros en invierno porque retienen el calor; en verano,
colores más claros
Comunicación
– Hay estudios interesantes que demuestran las habilidades de comunicación de
los camaleones. Los colores sirven para algún nivel de intercambio de
información sobre la posibilidad de peligro, por ejemplo, o atraer a las
hembras
Protección
– Al imitar según el entorno, obtendría protección de una cierta
«invisibilidad».
¿CURIOSO? NOSOTROS TAMBIÉN!
Veamos
aquí algunas cosas más interesantes y diferentes sobre los camaleones.
Algunas
especies tienen huesos que brillan cuando se exponen a los rayos ultravioleta
La
palabra significa «león de la tierra»
La
enorme lengua permanece enrollada y acomodada dentro de la boca hasta que
necesita capturar insectos, larvas, etc.
Si
es posible medir la vanidad, se podría decir que el macho es mucho más
colorido, más «ordenado» que las hembras.
Su
visión es capaz de capturar los matices ultravioletas
La
saliva es mucho más espesa que la saliva humana
El
universo de los camaleones es espléndido. Sus componentes son seres que captan
la atención. Algunas especies cuyo comportamiento se sabe que es sociable están
siendo utilizadas como mascotas.
¿Tendrías
uno en casa? Deja tu comentario, tus sugerencias, tu opinión sobre este
animalito diferente.