¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LA EXPRESIÓN ‘PONER EL CASCABEL AL GATO’?
ALFRED LÓPEZ
18 DE FEBRERO DE 2017
‘Poner el cascabel al gato’ o ‘¿Quién pone el cascabel al gato?’
(y otras variantes) son de esas frases proverbiales que se utilizan ante una
dificultad y la imposibilidad de llevar a cabo alguna tarea que acarreará
cierto peligro. Un grupo de personas podrán ponerse de acuerdo en la
conveniencia de realizar un acto que beneficiará al colectivo, pero el riesgo
que comporta realizarlo provocará que no haya voluntarios para ponerlo en
práctica.
Se utiliza
la figura del gato debido a que dicha expresión se originó a raíz de una
antiquísima fábula que versaba en la historia de un grupo de ratones que
deseaban salir de la ratonera para ir a buscar comida pero que les era
imposible hacerlo debido a que siempre eran sorprendidos por el felino que
habitaba en aquel lugar. Tras reunirse los roedores decidieron que una buena
idea para enterarse cuándo se acercaba el gato sería colocándole a éste un
cascabel, pero ¿quién sería el valiente que se lo pondría?: Ninguno se presentó
voluntario.
Son
numerosísimas las fuentes señalan como origen de la expresión a Félix Lope
de Vega, uno de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro español,
debido a que dicha fábula estaba introducida en la comedia ‘La esclava de su galán’ (publicada 1647, doce
años después del fallecimiento del escritor madrileño) y que fue puesta en boca
de Pedro (uno de los personajes) en la escena IX del primer acto:
El cuento
viejo ha venido
aquí a
pedir de cogote.
Juntaronse
los ratones
para
librarse del gato,
y después
de un largo rato
de disputas
y opiniones,
dijeron que
acertarían
en ponerle
un cascabel,
que andando
el gato con él,
guardarse
mejor podían.
Salió un
ratón barbicano,
colilargo,
hociquirromo,
y
encrespando el grueso lomo,
dijo al
senado romano,
después de
hablar culto un rato:
«¿Quién de
todos ha de ser
el que se
atreva a poner
ese
cascabel al gato?»
Pero
realmente Lope de Vega no fue el primero en escribir dicha fábula, sino que
mucho antes que él hubo hubo otros que también lo hicieron.
La primera
referencia que existe es la que señala al fabulista griego del siglo VI a.C. Esopo,
a quien se le atribuye la fábula ‘El gato y los ratones’ (en algunos
lugares se encuentra bajo el título ‘Los ratones y el gato’):
Una gran
familia de ratones vivía en una gran mansión. La vida fue siempre buena con
ellos ya que siempre había comida en abundancia, sobre todo en la cocina.
Pero un
día, el dueño de la casa trajo un gato. Desde entonces la vida de los ratones
fue miserable.
El gato
merodeaba día y noche. Los ratones no osaban salir de sus madrigueras porque el
gato estaba siempre al acecho.
Con el paso
de los días los ratones estaban más y más débiles porque no se aventuraban a
salir de sus madrigueras para buscar comida.
Finalmente,
un viejo ratón dijo: “No podemos continuar así o moriremos de hambre y de sed
muy pronto. Tenemos que encontrar un modo de ocuparnos del gato”.
“Efectivamente,
tenemos que idear un plan” dijo otro ratón. “Reunámonos todos los ratones esta
noche y veamos si podemos pensar en algo”.
Enseguida
anocheció. Todos los ratones se habían juntado en el lugar acostumbrado de
reunión en la casa.
El ratón
más anciano se aclaró la voz y dijo: “Estoy seguro de que ninguno de nosotros
ha sido feliz últimamente debido a nuestro común enemigo, el gato”.
Todos los
ratones asintieron con la cabeza.
El anciano
ratón continuó: “Tenemos que actuar juntos y pensar en un plan para deshacernos
del gato sino un día vamos a acabar siendo su comida”
Uno de los
ratones sugirió matar al gato y a todos los demás le pareció una buena idea.
De modo que
los ratones empezaron a idear la mejor manera para matar al gato. Pero tan
pronto como uno proponía un plan los demás lo rechazaban porque era inviable.
Por fin, un
joven ratón dijo: “Es posible que no podamos matar al gato pero quizás podamos
pensar en algo para saber su paradero. De esa forma, cuando sepamos que viene
tendremos tiempo para salir corriendo”
Los otros
ratones aplaudieron la propuesta.
El joven
ratón continuó: “Tengo un plan. Es realmente simple. Todo lo que tenemos que
hacer es colgar un cascabel alrededor del cuello del gato. Por donde vaya
sonará.
Si el
cascabel es grande podremos incluso escuchar cuando el gato está viniendo antes
de que esté demasiado cerca”.
Todos los
ratones saltaron de alborozo y aplaudieron la idea.
De repente,
un ratón sabio dijo: “Esa es una idea brillante. Ahora... Quién pondrá el
cascabel al gato?”
Posteriormente
otros muchos fueron los escritores y fabulistas que escribieron textos
similares, como es el caso del clérigo inglés Odo de Cheriton quien en
el siglo XIII publicó la obra en latín ‘Fabulae, Narrationes o Parabolae’
y que en la España Medieval fue traducido por un monje anónimo bajo el título ‘Libro
de los gatos’, en el que Cherinton, en clave de metáfora, hacía una crítica
a ciertas situaciones que vivían algunos clérigos de la época (nombrados en el
texto como mures, forma
antigua de referirse a los ratones) respecto a algún prelado u obispo (gato).
El texto
(en castellano antiguo) dice lo siguiente:
Los mures
llegáronse á consejo é acordaon cómmo se pondrian guardar del gato, é dijo el
uno que era el mas cuerdo que los otros: “Atemos una esquila al pescuezo del
gato, é podernos hemos muy bien guardar del gato, que cuando él pasare de un
cabo á otro siempre oiremos la esquila.” Et aqueste consejo plugo á todos; mas
dijo uno: “Verdad es, mas ¿quién atará la esquila al pescuezo del gato?” E
respondió el uno: “Yo non.” Respondió el otro: “Yo non, que por todo el mundo
yo non querria llegar á él.” Ansí acaesce muchas vegadas que los clérigos ó
monjes se levantan contra sus prelados, ó otros contra sus obispos diciendo:
“Pluguiese á Dios que lo hobiese tirado é que hobiésemos otro obispo ó otro
abad.” Esto placeria á todos; mas al cabo dice: “Quien lo acusare perderá su
dignidad ó fallarse-ha mal dende, (“) et dice el uno: “Yo non.” Dice el otro:
“Yo non.” Ansí que los menores dejan acusar á los mayores mas por miedo que non
por amor.
Dicha
fábula se hizo ampliamente popular durante los siguientes siglos, siendo
frecuentemente transmitida oralmente de una generación a otra. Lope de Vega la
recogió e incluyó en una de sus obras, pero realmente fueron otros los que, con
posterioridad la hicieron mucho más popular.
Uno de
ellos fue el escritor francés Jean de La Fontaine quien escribió en el
siglo XVII la fábula ‘El gato y los ratones’:
Un gato,
llamado Rodilardo, causaba entre las ratas tal estrago y las diezmaba de tal
manera que no osaban moverse de su cueva.
Así, con
tal penuria iban viviendo que a nuestro gato, el gran Rodilardo, no por tal lo
tenían, sino por diablo.
Sucedió que
un buen día en que Rodilardo por los tejados buscaba esposa, y mientras se
entretenía con tales cosas, reuniéronse las ratas, deliberando qué remedio
tendrían sus descalabros
Habló así
la más vieja e inteligente:
-Nuestra
desgracia tiene un remedio:
¡atémosle
al gato un cascabel al cuello!
Podremos
prevenirnos cuando se acerque,
poniéndonos
a salvo antes que llegue.
Cada cual
aplaudió entusiasmada; esa era la solución ¡estaba clara!
Mas poco a
poco reaccionaron las ratas, pues ¿cuál iba a ser tan timorata?
¡Quién iba
a atarle el cascabel al gato!
Y fue el
escritor español Félix María Samaniego quien, tras realizar la oportuna
adaptación, la popularizó a partir del
siglo XVIII tras publicar una de sus más famosas fábulas que llevaba por título
‘El Congreso de los Ratones’:
Desde el
gran Zapirón, el blanco y rubio,
Que después
de las aguas del diluvio
Fue padre
universal de todo gato,
Ha sido
Miauragato
Quien más
sangrientamente
Persiguió a
la infeliz ratona gente.
Lo cierto
es que, obligada
De su
persecución la desdichada,
En
Ratópolis tuvo su congreso.
Propuso el
elocuente Roequeso
Echarle un
cascabel, y de esa suerte
Al ruido
escaparían de la muerte.
El proyecto
aprobaron uno a uno,
¿Quién lo
ha de ejecutar? eso ninguno.
«Yo soy
corto de vista. Yo muy viejo.
Yo gotoso»,
decían. El concejo
Se acabó
como muchos en el mundo.
Proponen un
proyecto sin segundo:
Lo
aprueban: hacen otro. ¡Qué portento!
Pero ¿la
ejecución? Ahí está el cuento.
Cabe
destacar que son tantos los autores que han incluido dicha fábula en sus obras
(o alguna de sus adaptaciones) que actualmente podemos encontrarnos con un
batiburrillo de datos en los que, según qué fuente se consulte, se utiliza el
título de uno con el texto de otro y el nombre de un tercero.
NOTA: Este post trata sobre el origen de la
expresión ‘poner el cascabel al gato’ y no sobre la inconveniencia de colocar a
estos animales una campanilla; tema del que hablaré en la próxima entrada
de este blog.
AHORA
DESPUÉS DE TANTOS SIGLOS VEMOS A LOS DOS MUY AMIGOS, BAILANDO JUNTOS…
¡SE ACABO
LA ANIMOSIDAD!